El Museo de Historia Natural de Concepción (MHNC) alberga una interesante colección paleontológica compuesta por 451 ejemplares de flora y fauna fósil. A través de ellos, es posible conocer la historia de la mayor parte de las formaciones geológicas de la Región del Biobío, especialmente de dos con gran importancia científica: las formaciones Quiriquina y Tubul. El estudio de estas formaciones –parte de la llamada «cuenca de Arauco»– ha permitido establecer que presentan características únicas en el mundo, capaces de aportar nuevos antecedentes sobre los bioeventos del límite Cretácico-Paleógeno y de fines del Cenozoico.
Esta extraordinaria colección de fósiles es el fruto de los esfuerzos realizados durante la primera mitad del siglo XX por un puñado de científicos y naturalistas que dedicaron su vida al conocimiento del pasado natural de la Región del Biobío. Entre ellos sobresale la figura de Carlos Oliver Schneider (1899-1949), científico, naturalista y director del museo entre 1925 y 1949, cuyo trabajo de campo fue fundamental en la conformación del acervo de la institución.
Formación Quiriquina: un tesoro paleontológico
Se denomina «formación geológica» a una unidad litoestratigráfica, correspondiente a un conjunto de estratos que contienen rocas con características comunes. En el caso de las formaciones de la cuenca de Arauco, su morfología es el resultado de complejas relaciones entre la sedimentación y la tectónica. La evolución de esta cuenca puede ser descrita a partir de cuatro unidades: el Cretácico Superior (Maastrichtiano), Paleoceno?-Eoceno, Mioceno Superior - Plioceno Inferior y Plio-Pleistoceno.
La formación Quiriquina corresponde al Cretácico Superior y se caracteriza principalmente por la presencia de fósiles de plesiosaurios, un tipo de reptil marino dotado de extremidades modificadas para el nado, cuello largo y cola. Aflora en la isla Quiriquina, en la playa Cocholgüe en Tomé y en los alrededores de los sectores urbanos de Concepción (como los cerros de Paicaví) y de Talcahuano (puente Perales y cerros aledaños).
En el pasado, esta formación fue parte de un ambiente marino-costero que también albergó formas de vida como los amonites, cefalópodos de concha externa (o «ectocócleos») con enrollamiento y formas alargadas. El destino de estos moluscos es un tema muy controvertido entre los paleontólogos: algunos sostienen que desaparecieron junto con los dinosaurios durante la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno o límite K/T; otros, en cambio, afirman que se extinguieron en forma gradual, como es el caso de algunos amonites de la formación Quiriquina y de isla Seymour en la Antártica.
La colección paleontológica del MHNC contiene numerosos ejemplares faunísticos de la formación Quiriquina: vértebras de plesiosaurios, moluscos como los amonites (Baculites sp.), bivalvos del género Trigonia y Pacitrigonia, y gastrópodos del género Tudicla. También se conservan restos de otros vertebrados –mosasaurios, tortugas y aves, dientes de tiburones y rayas, entre otros–, polen y maderas de angiospermas petrificadas. Estas últimas contienen trazas de organismos (como el icnogénero Teredolithes), por medio de las cuales es posible conocer sus procesos vitales y hábitos de alimentación.
El registro fósil de formación Tubul
La formación Tubul es un conjunto de origen marino, correspondiente a una de las unidades del Plio-Pleistoceno. Sus estratos albergan una variedad de invertebrados marinos entre los cuales se cuentan bivalvos (Zygochlamys patagonica, Cyclocardia velutinus y Retrotapes exalbidus), gastrópodos (Sassia leucostomoides) y microfósiles como los foraminíferos. Estos tres grupos se encuentran bien representados en la colección paleontológica de Tubul en el MHNC y en algunos casos pueden contener trazas o marcas de hábitos de alimentación, como es el caso del icnogénero Oichnus.
Esta formación ha sido objeto de dataciones radiométricas, las cuales sirven para determinar la edad absoluta de un cuerpo rocoso a partir del estudio de los minerales contenidos en él o en algunos restos orgánicos (como las valvas de los moluscos o las conchas de los foraminíferos). Dicho método funciona de manera similar a un reloj de arena, pero midiendo la desintegración radiactiva de algunos elementos para determinar la edad de las rocas.
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