Vecinas y vecinos del Museo se suman a nuevo ejercicio de memoria para recordar el Concepción de antaño
Nota realizada por Rodrigo Sandoval, estudiante en práctica de Periodismo UDEC
La segunda versión de “Un Té con Memoria” realizó el Museo de Historia Natural de Concepción, ocasión en la que vecinas y vecinos provenientes de distintos sectores penquistas volvieron a reunirse en torno a historias y recuerdos que fueron compartiendo con mucho entusiasmo.
Este desayuno conversado se dio el martes 29 de noviembre, jornada en la que surgieron recuerdos como el cariño que la gente tenía por la farmacia de la Maluje, la importancia de la radio en esa época y de cuando se dinamitó parte del Cerro La Pólvora para abrir el paso de calle Lientur.
La farmacia de la Maluje
Las y los asistentes recordaron con mucho cariño a María Maluje David, más conocida como la Maluje, mujer y farmacéutica emblema de la ciudad quien, junto a su esposo, atendían una farmacia ubicada en Tucapel con Maipú. Las personas acudían a su tienda para ella les revisara, diagnosticara y fabricara la medicina que necesitaban.
Era muy querida por la población debido a que, dependiendo de las condiciones económicas de quienes requerían de su ayuda, la Maluje a veces les bajaba el precio o no les cobraba el remedio, especialmente cuando llegaban madres con menos recursos.
Como su legado también se reconoce el mural encargado por ella y su marido, y que se puede ver hasta el día de hoy en lo que fue la farmacia ubicada en Tucapel 676, con la pintura titulada: “La historia de la medicina y la farmacia en Chile”, reconocida como monumento histórico.
La Farmacia Maluje fue fundada en la ciudad de Concepción en 1951 por la farmacéutica chilena María Maluje David, descendiente de emigrantes sirios. Inicialmente, la farmacia se situó en la esquina de las calles Maipú y Tucapel. Sin embargo, en 1957, debido al éxito del negocio, María Maluje, junto con su marido, el abogado Luis Contreras, decidieron construir un edificio muy cerca de allí, en la calle Tucapel, entre Freire y Maipú.
El origen del Cerro La Pólvora
Hace algunos meses, cuando realizamos la primera jornada de “Un Té con Memoria” se recordó con mucho cariño los paseos y el pequeño zoológico que ofrecía el Cerro La Pólvora. En esta ocasión, se compartieron más historias del lugar.
El nombre de este cerro provendría del uso que le daban los militares: almacenar la pólvora. Esto duró desde el siglo XIX hasta la instalación de los regimientos en nuestra ciudad. Este material era utilizado en las labores mineras y militares. Sin embargo, el cerro quedó para fines recreativos y habitacionales cuando la pólvora se trasladó hacia los recintos castrenses.
Y así lo aprovecharon niñas y niños penquistas, que se lanzaban en trineo por las faldas del cerro, ocupando velas y jabones para poder deslizarse más rápido por la tierra rojiza.
Cuando el sector Camilo Henríquez y Barrio Norte se expandió, fue necesario dinamitar el cerro para que pudieran pasar algunas calles. Así ocurrió con la calle Lientur, por ejemplo, durante la década del 60.
Sin embargo, algunas de las personas asistentes al desayuno no tenían gratos recuerdos de este proceso. Contaron que la empresa responsable solo avisó de la explosión mediante algunos volantes, sin ninguna mayor explicación, sin embargo, el estruendo terminó rompiendo lozas y vidrios en las casas cercanas al cerro.
Funerales
Antes de que disminuyera la mortalidad infantil en Chile, era muy común tener que realizar funerales de niños y niñas que fallecían por enfermedades. Así lo recordaron las y los asistentes, donde según las costumbres de la época, debían transportar los pequeños ataúdes hasta el cementerio.
Durante la década del 30 hasta los 50, se acostumbraba a ver a las carrozas siendo tiradas por caballos. La funeraria más famosa de Concepción en esos años era la de la familia Olate, que también fabricaban ataúdes.
Los funerales con caballos perdieron la popularidad cuando se sacaron los adoquines de la mayoría de las calles penquistas.
Estaciones de trenes y terminales de buses
Antes de la década del 70, el tren era un transporte fundamental en la vida de las y los habitantes del país, y viajar en sus vagones era todo un panorama familiar. En Concepción habían más estaciones de trenes a lo largo de la ciudad.
Algunas de las personas presentes recordaron la Estación Andalién, ubicada en Vicuña Mackenna entre Rengo y Angol. Hasta el día de hoy se pueden ver sus vestigios, con notorios daños provocados por el paso del tiempo y la despreocupación.
Por otro lado, antes de que existieran los terminales de buses de Collao o Camilo Henríquez, los transportes llegaban a distintos puntos de la ciudad. Por ejemplo, para ir a Cañete había que ir al sector de Arturo Prat donde hoy se ubica el supermercado Líder. O en el caso de Lota, había que dirigirse a la Plaza Condell. Los buses “Línea Verde” eran los que iban a Santiago y se abordaban frente a los Tribunales de Justicia.
Asimismo, existía un terminal en Tucapel, donde llegaban los animales de campo para ser vendidos en las distintas ferias de la zona.
Los programas de radio de Concepción
Así como los trenes, la radio también tuvo sus tiempos de gloria en la zona. Las vecinas y vecinos presentes en el desayuno recordaron el programa “La tercera oreja”, en el que se contaban historias de suspenso que mantenían muy expectantes a sus oyentes. También se recordó el programa de “Don Crispin”, en el que se entregaba toda la información relativa a Concepción.
Durante los años 60, Concepción recibió la visita de la actriz y cantante Gloria Benavides, quien en uno de sus viajes a nuestra ciudad se presentó en la ya extinta radio Simón Bolívar. Dentro de los recuerdos de esta ocasión, se destacó el corte de pelo “audaz” que tenía, y que significó un estilo que se puso de moda en las adolescentes y jóvenes de la época.
Las y los asistentes al “Té con memoria” también recordaron una broma que se hizo durante la década del 60 para el día de los inocentes, día en el algunas radios de Concepción se pusieron de acuerdo para informar que estaba abierta la invitación a dar un paseo gratuito a bordo de un avión.
Muchas familias llegaron hasta el aeropuerto, que en esos años se ubicada cerca del Club Hípico, donde se tuvieron que encontrar con la decepcionante realidad.
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Nuestro Museo agradece la participación de los vecinos y vecinas de la ciudad que asistieron a este encuentro para seguir construyendo la memoria del Gran Concepción con historias de lugares por donde pasamos con regularidad, pero quizá no conocemos. Esperamos con ansias poder volver a realizar una nueva edición del “Té con Memoria”.
En esta sesión participaron:
Mercedes Aguayo
Alicia Vidal
Raquel Silva
Juana Arroyo
María Eliana Ruiz
Lucila Castro
Flor Saavedra
Angélica Saavedra
Marcela Aránguiz
Tatiana Henríquez