Aunque la práctica textil en la zona centro-sur de Chile se remonta a tiempos prehispánicos, la confección de aperos ecuestres tejidos se remonta al siglo XVI, cuando los pehuenches adoptaron el uso del caballo -introducido desde Europa- como medio de transporte. Para el siglo siguiente, transformados ya en excelentes jinetes y cazadores ecuestres, dominaron por décadas el amplio espacio geográfico situado entre la cordillera de Antuco por el norte y el volcán Lanín por el sur. Esta nueva modalidad de vida, junto con la utilización de lana de otra especie foránea, la oveja, impulsó la elaboración de textiles especiales para montar, cuya producción experimentó un notorio aumento desde el siglo XVIII.
Tanto las crónicas coloniales y las investigaciones descriptivas del siglo XX como los propios relatos mapuches coinciden en resaltar la importancia que los aperos ecuestres tuvieron para las comunidades pehuenches: además de ser considerados elementos de prestigio, estos tejidos -especialmente el denominado chañuntuku, un tipo de pelero grueso que se pone encima de la montura- se convirtieron en signos de identidad territorial y, desde luego, en mercancías altamente valoradas dentro del comercio pampino. Estas transacciones perduran hasta el día de hoy, sobre todo en la frontera chileno-argentina, lo que, además de representar una fuente de ingresos para las familias mapuches, les permite hacerse de objetos necesarios para su vida diaria.
El Museo de Historia Natural de Concepción cuenta con una colección de 32 aperos ecuestres textiles de origen pehuenche, confeccionados en diversas técnicas y diseños. El conjunto fue reunido a fines del siglo pasado por el reconocido coleccionista Tomas Stom, quien recolectó las piezas en sus recorridos por las comunas de Alto Biobío y Lonquimay, específicamente en las comunidades Trapa Trapa, Butalelbún y Quinquén. Aunque su data exacta se desconoce, se estima que serían todos del siglo XX.
La colección comprende distintos tipos de aperos, incluyendo los mencionados chañuntuku, que se distinguen por tener flecos en sus extremos y/o en el contorno del tejido; matras, nombre que reciben ciertos sudaderos similares a un choapino, desprovistos de flecos, pero dotados de una franja característica al centro o al costado; y otros peleros elaborados en diferentes técnicas, como peinecillo y ojo de oveja. Varias de las piezas presentan diseños con símbolos asociados a la identidad pehuenche, como las montañas, la araucaria y la estrella o wangülen, entre otros.
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