Los bordados que alberga el Museo de Historia Natural de Concepción fueron elaborados entre 1974 y 1978, y representan historias locales, familiares e individuales de sus creadoras, inspiradas en sus propias experiencias:
- Faenas agrícolas y ritos como siembras, cosechas y trillas.
- Ramadas, matrimonios y otros eventos comunitarios.
- Personajes rurales como arreadores, huasos, parejas de cueca, y campesinos que participan de la trilla.
El taller de Copiulemu se inició en la década de 1970, a la par de los cambios que trajeron consigo la tecnificación y las plantaciones forestales, que se reflejaron en los modos de producción de cultivos y nuevos usos del suelo (Albornoz, 2000).
La introducción de elementos foráneos en la vida cotidiana de las culturas campesinas puso en tensión prácticas tradicionales, que no permanecieron estáticas a través del tiempo.
Las artesanas omiten estos cambios en la representación del mundo campesino para posicionar y comercializar las piezas en el mercado, ya que desde los inicios los bordados se concibieron como un ingreso para la subsistencia familiar.
Esta decisión no conlleva necesariamente una menor calidad o la eliminación de componentes simbólicos tradicionales, como lo ha planteado el antropólogo Néstor García Canclini desde el contexto mexicano.
En comunidades dedicadas a la artesanía se activan tradiciones productivas y culturales, lo que ha posibilitado en muchos casos la permanencia de familias en sus territorios (Canclini, 1993:20).