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El lugar de los hongos en el ecosistema

El lugar de los hongos en el ecosistema

Publicado el 01/07/2019
Los hongos son un linaje antiguo y de una importancia ecológica fundamental. En el marco de la exposición fotográfica que el biólogo Bastián Gygli presentó en el Museo, aquí en este artículo él desentraña algunos de los secretos de los secretos de esta fascinante especie.

Los hongos son un grupo extremadamente diverso, que se encuentra en casi todo el mundo y presentando múltiples modos de vida: descomponedores, parásitos o simbiontes. Lo que comúnmente se asocia a ellos son las callampas, que son solo una estructura temporal con función reproductiva. No obstante, esta estructura representa solamente el 10% de estos organismos, y la mayor parte de los hongos se presenta en forma de hifas, en forma de redes de filamentos blanquecinos, las cuales se encargan de las demás funciones.

Estas hifas están formadas por células bastante rígidas, las cuales presentan una pared celular, parecida a la presente en las plantas. Dicha solidez permite una estabilidad estructural, pero no protege de la depredación por parte de los animales. La estrategia que los hongos han usado para evitar ser comidos es esconderse, para lo cual se adentran en los sustratos donde crecen, insertos dentro del suelo, la madera, la fruta podrida u otros entornos. Otra estrategia de vida común es la vida libre, como en el caso de las levaduras, cuyas células nucleadas se encuentran libremente en el entorno. Ya sea uno o el otro, los hongos presentan increíbles soluciones al problema de sobrevivir y reproducirse.

Alimentación

Los hongos son heterótrofos, que significa que, a diferencia de las plantas, deben buscar su alimento en el entorno, pues no pueden producir su propio sustento. Esto concuerda con la evidencia genética que emparenta a los hongos con los animales (dentro de un grupo llamado Ophistokonta, que también incluye algunos tipos de amebas) (Torruela et al, 2015). Esto representa el principal desafío para los hongos, especialmente considerando su baja movilidad, por lo que muchos se han especializado en alimentarse de material orgánico en descomposición o en generar relaciones de cooperación tremendamente complejas.

El alimento de los hongos descomponedores no puede huir, pero esto no los evade de otros singulares desafíos. Las estructuras más simples y digeribles de los organismos en descomposición suelen ser consumidas por los animales, por lo que lo disponible para los hongos suelen ser las partes más complejas de tratar. Nuevamente, los hongos han logrado superar este desafío y presentan increíbles maquinarias bioquímicas que les permiten disgregar moléculas de increíble complejidad.

Un buen ejemplo de esto es la lignina, un polímero de azúcares que forma la parte más rígida de las plantas, la madera. Esta molécula es extremadamente estable, pero muchos hongos han generado mecanismos para digerirla. Tanto así que incluso existe una categoría para llamarlos: los hongos Xilófagos (Comedores de madera).

Este proceso es importantísimo a nivel ecosistémico, pues gran parte de la energía y materia del sistema está encapsulada en este tipo de estructuras muertas, las cuales los descomponedores, muchos de ellos hongos, son capaces de digerir y por ende volver a integrar esta energía en los ciclos de los seres vivos.

Esta misma maquinaria metabólica y complejidad bioquímica hace que los hongos sean especialmente buenos aliados para otros organismos, especialmente los fotosintéticos. Estos últimos deben invertir gran parte de sus recursos en la generación de los mecanismos para la fotosíntesis, impidiendo la inversión en otros ámbitos, como la maquinaria bioquímica y la resistencia a las condiciones ambientales. Los hongos en cambio, pueden presentar un gran desarrollo en estas otras áreas y al carecer de mecanismos eficientes para la captación de alimento, resulta sencillo entender por qué se han formado asociaciones simbióticas entre estos dos estilos de vida.

Los líquenes son un ejemplo de estas asociaciones, en la cual el hongo (denominado micobionte) provee un sustento estructural donde existir. Además, el hongo presenta una gran resistencia a la radiación solar y altas y bajas temperaturas, que es lo que permite a los líquenes su enorme capacidad de colonización de ambientes. De la comida se encarga el segundo componente clave de los líquenes: un organismo fotosintético llamado el ficobionte. Normalmente se trata de un alga o una cianobacteria, los cuales pueden realizar fotosíntesis, produciendo alimento a partir de la luz del sol, pero cuya resiliencia ambiental es mucho más reducida que la del micobionte.

Otro ejemplo de asociaciones simbióticas o de cooperación son las micorrizas, donde las hifas de un hongo se asocian a las raíces de una planta. En esta simbiosis el hongo provee una expansión de la red de captación radicular de la planta, protección contra posibles ataques de otros organismos, posibilidad de comunicación y potencial de ayuda en las etapas tempranas del desarrollo. La planta provee el alimento para ambos organismos. Esta asociación es tan efectiva que se estima que un 90% de las plantas poseen un hongo micorrícico simbionte (Wang y Qiu, 2006). Por su parte, un tercio de todos los hongos Basidiomicetes (el grupo más importante de hongos macroscópicos) son hongos micorrícicos.

La última gran estrategia alimenticia de los hongos es el parasitismo. En estos casos el hongo busca su alimento consumiendo los recursos de un hospedero, que puede ser planta, animal u hongo, al cual se le asocia íntimamente, estando éste aún vivo. Este tipo de relaciones son muy importantes y sanas para un ecosistema, pues controla las poblaciones de ciertas especies que podrían volverse dominantes y monopolizar el ecosistema, y promueve así el balance y la presencia de biodiversidad.

Reproducción

Dejar descendencia es uno de los objetivos claves de todo ser vivo. Los hongos no son la excepción y en su búsqueda de propagación de sus diversos linajes, la producción de esporas se fijó en forma evolutiva como el mecanismo predominante. Las esporas son cápsulas extremadamente pequeñas que funcionan como propágulos, teniendo el potencial de generar un organismo completo.

Existen muchas esporas que son increíblemente resistentes, pudiendo ser viables por mucho tiempo, pero las de los hongos son diferentes. Éstas, así como las de helechos y musgos, son muy sensibles a las condiciones ambientales, especialmente a la sequedad. Es por esto que la gran mayoría de los hongos concentra sus esfuerzos reproductivos en periodos particulares del año donde existe abundante humedad. Es así como a fines del otoño y principios del invierno un increíble suceso ocurre, en el cual miles de hongos, normalmente crípticos en sus sustratos, explotan en vida al generar diversas estructuras de liberación de esporas: los llamados cuerpos fructíferos.

Los cuerpos fructíferos, lo que generalmente conocemos como las "callampas" o "setas" que nombramos anteriormente, pueden ser de diversas formas, tamaños y colores, todos estos adaptados para facilitar la dispersión de las esporas. Ya sea a través de atraer insectos carroñeros o con estructuras que responden a las gotas de lluvia lanzando esporas, todo está adaptado para ayudar a liberar y, posteriormente, dispersar las esporas. Esto es muy relevante, pues la posibilidad de que una espora tenga éxito es extremadamente baja, por lo que los hongos prefieren producir miles de éstas, con la esperanza de que al menos una de ellas logre el cometido.

Una vez pasado este frenesí reproductivo, el cuerpo fructífero ha terminado su función y, rápidamente, decae. La duración de una callampa puede ser tan fugaz como una semana, mal que mal, su cometido es extremadamente particular y el hongo no desea invertir recursos en mantener estas estructuras. Es por esto que los animales que quieren disfrutar de esta fuente de alimento, tremendamente rica y nutritiva, deben estar muy atentos para aprovechar esta oportunidad, la cual aparece en una época del año donde la disponibilidad de alimentos en general disminuye.

Reino Fungi

Se estima que existen unos siete millones de especies animales (la mayoría de estos invertebrados) y unas quinientas mil especies de plantas. Los hongos, por su parte, se estiman entre unos dos a tres millones de posibles especies. Parece raro entonces que el término para referirse a la biodiversidad macroscópica sea Flora y Fauna, pues como podemos ver, probablemente hay más tipo de hongos que de plantas.

La razón de esto es que el reino Fungi ("Hongos" en latín) está compuesto por un grupo humilde de organismos. Sus modos de vida los llevan a pasar desapercibidos, algunos presentando estructuras visibles solo por cortos periodos de tiempo y esto esconde su enorme rol ecológico. La historia los ha relegado al desconocimiento en el imaginario, pero hoy ese desconocimiento se está revirtiendo y los hongos, tal como sus cuerpos fructíferos en época de humedad, están surgiendo y deslumbrando.

Bastián Gygli

Explorador y estudioso de la naturaleza. Estudió biología, para luego aprender el arte de la fotografía y el video, ambas herramientas de su emprendimiento Montaraz, donde también realiza trabajos editoriales y de interpretación de la naturaleza, como caminatas y charlas.